Arthur C. Clarke, El más Grande.

De los tres grandes de la Ciencia Ficción, Isaac Asimov, Robert A. Heinlein y Arthur Charles Clarke, este último es mi figura predilecta en la literatura de este género, del cual no he podido leer todo lo que yo quisiera, pero que me ha nutrido en muchas facetas de mi vida.

La saga de 2001 es simplemente genial, y también la de Venus Prime (reescrita por Paul Preuss basado en relatos de Clarke) es una de mis preferidas, puesto que une mis dos generos literarios favoritos: la novela detectivesca y la ciencia ficción, mezcla que en general es poco afortunada y escasa.


Menos robótico y más humano que Asimov, Clarke tenía un estilo único y un espíritu rico. Creyente de la existencia de vida e inteligencia extraterrestre, estoy seguro que tuvo más de una buena razón (acaso del tercer tipo) para empujar esta creencia. Las tres leyes de Clarke son famosas por su originalidad y contundencia, siendo la segunda la más esotérica, y la tercera la más famosa:

1. Cuando un anciano y distinguido científico afirma que algo es posible, probablemente está en lo correcto. Cuando afirma que algo es imposible, probablemente está equivocado.

2. La única manera de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un poco más hacia lo imposible.

3. Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.

Su muerte me tomo por sorpresa y sirva esto como un pequeñísimo homenaje a este genenio visionario de la ficción y la ciencia del siglo XX. Descance en paz este gran espíritu humano, en cuya lápida se podrán leer las palabras:

"Aquí yace Arthur Clarke. El nunca maduró, pero nunca dejó de crecer."