Cuando era niño y antes de las terribles devaluaciones de los años 80, mi papá compró un automovil volswagen tipo sedan, mejor conocidos como "vochos", propiedad entonces de un amigo suyo. Cuando el auto llegó a la casa, sobra decir que fue una espectacular sorpresa, sobre todo porque los tiempos eran un tanto difíciles y en casa jamás nos imaginamos como una familia "motorizada".
Mi padre optó por nombrar al auto "Chugabum", aunque en aquel entonces yo no tenía idea de lo que pudiera significar y mucho menos que un auto pudiera tener un nombre.
En tiempos recientes me enteré que el Chugga-boom era el segundo vehículo de Clyde y Los Pandilleros, una especie de gansters enanos, en la caricatura de Los Peligros de Penélope, la cual evidentemente era vista por mi papá.
Esta serie se transmitió en México en los años 70, pero yo nunca tuve oportunidad de verla, razón por la cual desconocía la procedencia del nombre, el cual, mi padre optó por "mexicanizar" como CHUGABUM.La manera en como mi papá manejaba el espíritu del coche me llevó a compartir su idolatría por el mismo y también a mis hermanos, a tal grado que hace relativamente poco se sucito en el Estudio K! un evento cómico-trágico-musical. Cuando dentro de una conversación casual Oscar había preguntado: ¿Quién era el Chugga-boom?, ¿Era de Los Autos Locos?.
Yo, presto a responder, con toda la familiriadad que el nombre me representaba y sin ninguna precaución de recordar que hasta ese momento realmente nunca había mencionado la existencia de dicho auto en mi familia, me quede literalmente boquiabierto y shockeado, cuando escuche a Memo Salas (sentado a mi lado), con toda la velocidad y naturalidad que su infalible y prodigiosa (y además para mi en ese momento entrometida) memoria le permitian, recitar en tiempo record la siguiente cantaleta: "era el auto de los mafiosos enanos en Los Peligros de Penélope".


Y una fracción de segundo despues, vino (como era de esperarse), la risotada de todo el estudio.
Bueno, una fantasía más al baúl.
El caso es que el coche pasó a ser parte de la familia. Sobra decir que mi papá era de por sí un hombre fantasioso y un tanto carismático, pero dentro de todo culto (al menos ligeramente por encima del promedio). El Chugabum se convirtió de por si en parte integral de su personalidad y uno de esos rasgos era precisamente la fantasía con que manejaba las salidas y paseos de la familia, muy especialmente las idas al cine.
A mis papás siempre les gusto en demasía la ciudad de México, muchas veces tuve interminables discursos y cantaletas sobre lugares y localidades que fascinaban sobremanera a mi papá y también a veces a mi mamá. A veces me aburría, si he de ser sincero, pero a pesar de ello, todos esos relatos y datos sobre la ciudad y su historia son ahora preciados valuartes de mi niñez y formación humana.

Abordo del Chugabum, pasábamos por avenida Bucarelí alrededor de la glorieta del Reloj Chino, de frente hacia Gobernación y dando vuelta en Chapultepec, veíamos adelante las torres de Televisa Chapultepec.




De regreso hacia avenida Juarez hacíamos escala en el mercado de La Ciudadela y jugábamos de vez en cuando en el cañón del patio de la Biblioteca México.
Cuando pasabamos sobre Isabel la Católica, retomábamos el Eje Central junto a Bellas Artes, donde dábamos vuelta para enfilar de nuevo hacia el poniente junto a la Alameda Central. Todos esos lugares eran también los espacios de recreo de mi propio padre cuando era niño y que siempre le traían gratos recuerdos.





...La Torre de Mexicana, El Edificio de Banobras, El Castillo de Chapultepec, la de Torre de Pemex... y creo que, hasta ¡Xochimilco!...




También se apreciaban, El Monumento a la Revolución, La Glorieta del Angel, El Zócalo y a la distancia los espectaculares volcanes Popocatepetl e Iztaccihuatl.




Todos esos rincones de la metrópoli, despues los recorreríamos viajando por la ciudad, viendo y viviendo México (como dice mi papá) desde la ventanilla del Chugabum. Este auto, viejito, ruidoso y amarillo, se convirtió en, como dice Oscar sobre lo que la camioneta de su papá significa para su familia, "el Enterprise de los Rocha".
Algunos de los lugares que más me gustaban y que fuimos conociendo poco a poco durante las salidas familiares eran los distintos cines que había en la ciudad. El Cine Ópera, que se ubicaba en San Cosme, era de mis favoritos, ahí fui a ver muchas de las películas de Disney y otras de ciencia ficción como El Imperio Contraataca.

Otro de mis favoritos era el cine Futurama, junto a lo que hoy es Plaza Lindavista y que estuvo mucho tiempo derruido y ahora esta en vías de remodelación para convertirse en un centro cultural, la última película que vi en ese gigantesco cine fue Batman Regresa.


Frente al Futurama, cruzando avenída Politécnico, existía un excelente salón de arcadías o maquinitas, llamado Asteroides. Antes o después de cada función era casi obligatorio pasar a aquel sensaciona hollodeck de videojuegos de mi niñez. Los cines de mi casa también eran de cajón: los Multicinemas Azcapotzalco, que me impresionaron con sus "modernísimas" Pantallas Flotantes, cuando proyectaron Starman, Aventuras de un Lobo Adolescente, Volver al Futuro, y los reestrenos de Star Wars, Superman, etc, etc.
También estaban los Multicinemas Las Armas, donde recuerdo perfectamente que fui a ver Terminator. Los cinemas La Raza eran otros que visitábamos continuamente, ahí vimos creo que el reestreno de Tiburón y Supermán IV en el 87.




El Palacio Chino era impresionante, tenía varias salas amplísimas y decoradas todas con motivos de la cultura china, la película que más recuerdo de ese cine fue la primera que vi en 3D y que creo que era una película llamada Metalstorm. El Real Cinema era otro cine recurrente y estaba a la vuelta del Palacio Chino, muy cerca del Bucareli también.






En el sur estaban el Manacar y La Cineteca Nacional, donde por cierto me di un pasonsote infantil cuando me llevaron a ver en estreno The Wall. También estaban los cines de Plaza Universidad, creo que el de Churubusco e incluso algunas vez los de Perisur.
Todos estos cines y lugares fueron muy importantes en mi infancia y adolescencia, eran santuarios de ficción y fantasía donde poder disfrutar de un muy buen rato de entretenimiento.


Muchos ya no existen o han sido remodelados, pero la magia de su antiguo aspecto y valuarte permanecen en mi memoria, en el lugar reservado para la fantasía, estacionados junto al querido Chugabum.
